Se avecina una nueva edad de oro del cine musical

El cine y la música cruzaron caminos muy temprano en la historia. Todo comenzó cuando los primeros filmes silentes, incapaces de emanar cualquier sonido, recurrían a pequeñas orquestas para su musicalización en vivo.

Fue así como comenzó una alianza que se mantiene hasta nuestros días y que alcanzó su punto más alto en el musical. El nombre lo dice todo: películas cuya construcción narrativa depende netamente de la música. Esto le convirtió en uno de los géneros más añejos, así como uno de los más populares en buena parte de la historia del cine.

Su éxito es tal que acumula 10 Premios de la Academia en la categoría de Mejor película. Quizá no parezca mucho en los 93 años del certamen, pero en realidad es un 10.75% que lo ubican entre los géneros más ganadores después del drama. Si no lo creen así, echen un vistazo al terror que sólo tiene una estatuilla o a la ciencia ficción que sigue en espera de su primera victoria. A esto se suman las incontables cintas musicales que, más allá de cualquier galardón, han conquistado al público de todos los tiempos. Una lista de altísima calidad que incluye títulos inolvidables como El mago de Oz (1939), Cantando bajo la lluvia (1952), Mary Poppins (1964), Cabaret (1972), Moulin Rouge! (2001) y La La Land (2016), entre muchas otras.

Pero no todo ha sido felicidad. Tras varias décadas de éxito, el cine musical cayó en franca decadencia desde los 70 y hasta finales de los 90. Sí, hubieron algunos chispazos aislados, pero ninguno lo suficientemente potente como para evitar el desuso. Una debacle que comenzó con el desencanto social provocado por la Guerra de Vietnam seguido de la obsolescencia de un género que no evolucionó mucho con el paso de los años.

Pero contra todos los pronósticos el musical está de vuelta. Más significativo aún es que su regreso por todo lo alto se ha dado en un Siglo XXI especialmente tortuoso. Atentados, crisis sociopolíticas, guerras, pandemias… nada de esto ha evitado que el público sueñe cada vez más con un mundo en el que uno puede dejarlo todo para manifestar sus emociones desde el canto.

El ascenso del musical contemporáneo

“Los musicales elevan el espíritu”, asegura la Dra. Elle Boag de Birmingham City University [vía]. “Somos una especie que enfrenta muchas barreras para sentirse bien. Tenemos muchas responsabilidades, a veces sentimos que el mundo es injusto, nos suceden cosas que nos hacen sentir mal. Así que cualquier cosa que alivia esa sensación de desesperación es algo bueno”.

Y vaya que sí. Prueba de ello es que la resurrección del cine musical comenzó en un 2001 donde las viejas sensaciones de seguridad se desmoronaron y fueron reemplazadas por la incertidumbre en torno a la forma de vida de la sociedad occidental. Si bien el estreno estadounidense de Moulin Rouge! se dio en mayo –es decir, cuatro meses antes de los atentados contra el World Trade Center–, su popularidad se disparó rumbo a la temporada de premios en la que se convirtió en la gran favorita del público junto con El Señor de los Anillos: La comunidad del anillo (2001), apoyándose además en cuatro valores primarios como son la libertad, la belleza, la verdad y el amor.

Eso sí, el retorno nunca habría podido concretarse sin una revolución desde las bases del género. En el caso de Moulin Rouge! se trata de una hibridación sumamente compleja que va de la comedia, la parodia y la sátira al más profundo dramatismo con una historia de amor que nunca termina de concretarse. A esto se suma una metanarrativa en múltiples niveles –la puesta en escena inicial, la triste melodía de Toulouse-Lautrec nos introduce con Christian quien a su vez relata la historia de Satine, que es llevada al teatro para relatar el amor real que viven sus protagonistas– que deambula entre la realidad de las llamadas criaturas de la noche y sus sueños más esperanzadores.


Todo esto, además, complementado por grandes éxitos musicales de artistas como MadonnaNirvanaElton John y The Police. Una decisión que marcó distancia con la música orquestada de antaño y que fue decisiva para el acercamiento a las nuevas audiencias. Todas estas cualidades le permitieron compartir la etiqueta de cine posmoderno junto con clásicos de todos los tiempos como 8 ½ (1963), Blade Runner (1982) y Pulp Fiction (1994) y resultaron en un paso tan decisivo que el cine musical contemporáneo no puede entenderse sin hacer escala por la obra de Baz Luhrmann. Y esto era apenas el principio.

La resurrección del musical

Se ha hablado mucho sobre los superhéroes y el terror como las historias cinematográficas dominantes del Siglo XXI. Tal vez sea cierto pero si analizamos las tendencias de la industria con un poco más de atención veremos que el cine musical ha vivido un auge similar.

Si de reconocimientos se trata, Chicago (2002) marcó el retorno a la gloria tras hacerse con el Oscar a Mejor película. Un logro que se magnifica si consideramos que habían pasado 34 años desde que Olivier! (1968) cosechara la última gran victoria del género en el certamen hollywoodense. Muy cerca se quedaron la ya mencionada Moulin Rouge! y las posteriores Les Misérables (2012) y sobre todo La La Land (2016) que incluso fue nombrada accidentalmente en uno de los momentos más infames de la ceremonia.

Si de la también llamada La ciudad de las estrellas se trata, tal vez su título no quedó grabado en los anales de la Academia, pero sí en el gusto del público que la convirtió en una de las cintas más queridas de los últimos años. Hoy día son pocos los que se atreverían a discutir su estatus de clásico instantáneo.

Ni qué decir de la continua innovación de las fórmulas incluso de las apuestas más tradicionalistas. Ahí está Mamma Mia! (2008) que brilló con un elenco de primerísimo nivel encabezado por la Meryl Streep más jovial de toda su filmografía o Les Mis que desechó el audio de estudio para grabar el canto en vivo de sus actores. El indie con títulos como Once (2007), Empezar otra vez (2013) o Sing Street (2016) cuya emotividad y tintes urbanos que se hicieron con la identificación absoluta de las audiencias. O apuestas tan eclécticas como Notas perfectas (2012) que fusionaron la comedia juvenil con el canto a capella.

Todo esto sin olvidar la franca evolución del mensaje primario. Atrás quedaron los musicales donde todo salía bien, reemplazados por tramas agridulces en que los protagonistas son incapaces de alcanzar sus sueños como es el caso de Satine y Christian en Moulin Rouge!, deben tomar dolorosas decisiones como Sebastian y Mia de La La Land, decidir entre aferrarse a una vieja meta o adaptarlas en busca de nuevas ilusiones como Usnavi y Vanessa en En el barrio (2021), o enfrentar el desencanto para levantarse y seguir luchando como Jonathan en tick, tick… Boom! (2021).

Y claro, el impacto social. Ahí está Dreamgirls (2006) que se inspiró en Motown y The Supremes para abordar las complicaciones que enfrentaron los grupos femeninos de R&B de los 60, tanto por su género como por su color de piel. O la previamente mencionada En el barrio que dio visibilidad a una comunidad latina en territorio estadounidense así como a los conflictos de identidad que padecen al pertenecer a dos mundos distintos. Aunque claro, si de resiliencia se trata, pocos como Hamilton (2020), una puesta en escena musical de historia más bien localista que se convirtió en un auténtico fenómeno en los primeros meses de la pandemia. Fue además el proyecto que convirtió a Lin-Manuel Miranda en el gran referente del género contemporáneo.

No nos olvidemos del musical animado con Frozen (2013) cuyo tema Let It Go se convirtió en un himno para la comunidad LGBT que posicionó a Elsa en símbolo de liberación y autoaceptación. Ni de la más reciente Encanto (2021) que abordó auténticas crisis humanitarias como el desplazamiento colombiano.

Mención especial para la adaptación de West Side Story (2021) a cargo de Steven Spielberg, quien incluso se mostró sorprendido ante lo actual que se ha tornado esta historia. “Las divisiones entre personas de mentalidad distinta son tan antiguas como el tiempo mismo”, explicó el multilaureado cineasta [vía]. “Y las divisiones entre los Sharks y los Jets en 1957, que inspiraron el musical, fueron profundas. Pero no tan divididas como ante las que nos encontramos hoy. Resultó que en medio del desarrollo del guion, que tomó cinco años, las cosas se ampliaron. Lo cual, creo que en cierto sentido, lamentablemente, hizo que la historia de esas divisiones raciales, no solo las divisiones territoriales, fuera más relevante para la audiencia actual que quizás incluso para la de 1957”. Una tendencia que continuará con la largamente anhelada Wicked que dirigida por Jon M. Chu y protagonizada por Cynthia Erivo y Ariana Grande, profundizará en las crisis sociopolíticas de Oz para demostrar que el mundo fantástico tal vez no era tan mágico como pensábamos.

Tras dos décadas en franco ascenso el género se ha visto coronado con un 2021 clasificado como el año del musical. Prácticamente imposible negar que este ha entrado en una nueva edad de oro. Y esto apenas empieza, que el telón acaba de levantarse y todo indica que lo mejor está por venir.

Sobre Nathalia Caceres

Escribo en los 🎬pochocleros🍿 Me gustan las películas, las series, los conciertos y teatros. Amo leer novelas románticas y soy fanatica de la moda.

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