10 libros recomendados para leer desde casa

Títulos de Williams, Carrère, Oates, Berlin, Taylor, Poissant, Guerriero y Cuenca, entre los recomendados de sección Cultura.

Stoner, de John Williams

Desde su nacimiento hasta su muerte, el protagonista se resigna a lo que le toca, sin gracia y sin desesperación. El estoicismo de una vida corriente, que finalmente resulta conmovedor.

“De vidas ajenas”, de Emmanuel Carrère 

Tsunami y deudas incobrables

“Me acuerdo de que, la noche antes de la ola, Hélène y yo habíamos hablado de separarnos”, escribe Emmanuel Carrère en el inicio de De vidas ajenas. “La ola” no es cualquier ola, es un tsunami de diciembre de 2004, uno de una serie de tsunamis que dejaron más de 250.000 muertos.

Carrère es uno de los más grandes escritores de no ficción contemporáneos. Trabaja con gente que conoce, con cosas que pasaron. A veces tiene problemas: en un libro contó qué malo era el sexo con su ex; a ella no le gustó. Otra vez escribió sobre su abuelo, que colaboró con los nazis: su madre, una académica, se enteró con el libro publicado y tampoco fue feliz.

De vidas ajenas es más de un libro. Por un lado, la historia del tsunami, el paraíso que se vuelve mortal, los conocidos que no aparecen, la desesperación. Pero cuando este libro termina empieza otro, al regreso a Francia. Tiene que ver con la legitimidad de las deudas, con cuánto y hasta cuándo se puede cobrar. ¿Qué se hace con los que no pueden pagar?

“Una noche en el paraíso”, de Lucía Berlin

Este reúne 22 cuentos, inspirados en algunas de sus vivencias personales. La autora fue comparada con Carver y Hemingway.

​Lucía Berlin (EEUU, 1936-2004) tuvo una vida intensa, por momentos escandalosa, marcada por las sucesivas mudanzas entre ciudades y países – que se convirtieron en los escenarios de sus ficciones- y por el alcoholismo del que se repondría, pocos años antes morir, y antes de que su Manuel para mujeres de la limpieza (2015) la convirtiera póstumamente en una celebridad y extasiara a la crítica, que llegó a compararla con Carver, Hemingway, Proust, Chejov. Tuvo cuatro hijos -dos con un músico heroinómano- y limpió casas, fue telefonista y enfermera, hasta que, como en una suerte de exorcismo vital, se puso a teclear en una Olympia por las noches, cuando su propia adicción se lo permitía y sus hijos dormían; entonces encontró un orden en el caos (en una entrevista dijo que escribía “para fijar la realidad”). Supo crearse un espacio íntimo en el que llegó a librarse de todo estigma.

“Los suicidas del fin del mundo”, de Leila Guerriero

En las Heras, pequeño pueblo petrolero de Santa Cruz, lo cotidiano era el golpe del viento -el viento aislado, terminante- y los suicidios.

​Decía Chesterton: “Todo pasa, pero siempre nos queda el asombro, sobre todo el asombro ante lo cotidiano”. En las Heras, pequeño pueblo petrolero de Santa Cruz, lo cotidiano era el golpe del viento -el viento aislado, terminante- y los suicidios. Los muertos: Colgados de vigas, en cables de luz de la calle, con balazos en la garganta con carabina 22, tambaleando en galpones, con mangueras, con cinturones de pantalón, en árboles de campo, en árboles del matadero municipal. Jóvenes muertos, decenas, de alrededor de 25 años a fines de los noventa. Muertos viejos, también, arrojados al vacío desde el último piso del hospital.

“Descubrí que estaba muerto”, de J. P. Cuenca

En esta novela el autor es persona real y personaje. Al borrar límites entre ficción y realidad, explora el tema de la propia identidad y la de Río de Janeiro.

Empieza como novela policial clásica. El escritor João Paulo Cuenca va a la comisaría por un incidente menor y se entera de que para el Estado brasileño está muerto desde hace tres años. Y a nadie le interesa demasiado. ¿Alguien usó su nombre? ¿Fue testaferro involuntario? ¡¿Tan difícil es probar que vive?! ¿Por qué la policía no quiere investigar qué pasó?

Cuenca, persona real y personaje, inicia un viaje alucinado por Río de Janeiro para preguntar y entender qué le está ocurriendo. Mientras, se ríe de la clase media intelectual. Y termina contando otras cosas: el caos administrativo de un país sudamericano, la corrupción infiltrada en todos los sectores, la indiferencia, la avanzada de proyectos inmobiliarios que buscan “sustituir a los habitantes por turistas”, la hipocresía con poder de decisión de los dirigentes políticos. Descubrí que estaba muerto abre preguntas sobre la identidad. De un escritor, de una sociedad.

Tan cerca en todo momento siempre, de Joyce Carol Oates

La autora ofrece una visión lúcida sobre la complejidad de las relaciones amorosas a través de cuatro historias.

Joyce Carol Oates (Nueva York, 1938) explora en este libro ciertas formas del horror, no en términos sobrenaturales sino vinculares. En las cuatro nouvelles contenidas en Tan cerca en todo momento siempre despliega una serie de historias de “amores malogrados”, en las que la atracción deriva en obsesión, maltrato, humillación, sometimiento, abuso. El amor duele y lastima y entonces, sin que nadie sepa claramente en qué punto, voilá, deja de ser amor.

“Enviada especial”, de Jean Echenoz

El escritor Jean Echenoz.

Jean Echenoz ubica parte de la acción de “Enviada especial” en tierras de Kim Jong-Un, por ser un país tan inverosímil como real. Y, de paso, parodia las novelas de espionaje.

Para escribir una novela que transcurre, en parte, en la misteriosa Corea del Norte no necesitó viajar hasta tan lejos. Sin pisar nunca aquellas latitudes, a Jean Echenoz le alcanzó con todo lo que se cuenta sobre esas tierras: “Un país limitado por el comunismo”. Sin embargo, “necesitaba un lugar que fuera a la vez inverosímil y real. Y no hay más inverosímil y real que Corea del Norte”, contó el autor francés de 71 años, cuando estuvo en el país en 2017. Con gran sentido del humor y una ironía al estilo de Georges Perec o Raymond Queneau, con Enviada especial se embarcó en un texto que parodia las novelas de espías: un malentendido por aquí y por allá y siempre sin querer hacer lo que finalmente hace, Constance, la protagonista de esta historia, termina de espía parisina en tierras de Kim Jong-Un. ¿Hay una conspiración contra el país asiático? Hay más: un dedo amputado, una Mata Hari, un artista famoso que no es lo que parece y un hombre cuyo rasgo saliente es una mancha en la cara con la forma de Nueva Guinea.

“El cielo de los animales”, de David James Poissant

D. J. Poissant, escritor estadounidense.

Sus personajes son seres sombríos, torpes o incapaces, a menudo violentos, que luchan por entenderse y porque los recuerdos no mueran. Su lectura derivada en una experiencia conmovedora.

“El cielo de los animales”, de David James Poissant Sus personajes son seres sombríos, torpes o incapaces, a menudo violentos, que luchan por entenderse y porque los recuerdos no mueran. Su lectura derivada en una experiencia conmovedora.

“Prohibido morir aquí”, de Elizabeth Taylor

La autora inglesa describe la vejez en Inglaterra. Cuestiona los lazos de sangre y da lugar a otros vínculos en un libro hermoso.

​El libro -uno de los más hermosos publicados en los últimos meses- salió en 1971 y su autora, Elizabeth Taylor, murió cuatro años después. No es la actriz, aunque se llame igual. Es una escritora inglesa. Y el libro no puede ser más inglés.

Una mujer ha enviudado y se muda a un hotel donde hay un grupo de residentes permanentes de su edad, además de los pasajeros “comunes”. Todos amenazantes, todos potenciales enemigos, todos espejos del envejecimiento y la soledad.

Se mide a centímetro a quién visitan, a quién le escriben. Ella, la señora Palfrey, tiene hija y el nieto vive en la ciudad pero le va mal: no la visitan.

La señora es orgullosa, educada, formal. Así, anota que como van las cosas “en cinco años nadie leería nada”, que en el mundo nuevo “se espera que las mujeres paguen”, que hay muchas malas palabras. Por casualidad conoce a un joven de la edad de su nieto; arman un vínculo. Y sus compañeros de hotel dejan de ser ajenos.

Sin ahorrar nada de la crueldad de la vejez y de un mundo que niega a los viejos como si así pudiera mantenerse siempre joven, Taylor va valorando y rescatando otros vínculos que no son los de la sangre y otros afectos que no son los previstos. Es para llorar de dolor y de la belleza de lo que los humanos podemos hacernos.

“Mujeres, raza y clase”, de Angela Davis

Activista afroamericana y feminista, Davis es también una pensadora. Su trabajo teórico une distintos campos. Y está contado con pasión.

Pasa a veces que la figura de un autor está por delante de sus escritos. Puede ser el caso de Angela Davis, ícono de la lucha por la igualdad de los afroamericanos y de las mujeres; encarcelada en 1970 y liberada tras una campaña internacional que recorrió las paredes del mundo e involucró a figuras como los Rolling Stones, que le hicieron una canción, John Lennon, Pablo Milanés y Nicolás Guillén.

Sobre Nathalia Caceres

Escribo en los 🎬pochocleros🍿 Me gustan las películas, las series, los conciertos y teatros. Amo leer novelas románticas y soy fanatica de la moda.

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