MDQ 2019: Las Buenas Intenciones

Crítica de Gastón Cuneo

Las buenas intenciones: autobiografia narrada con honestidad y sensibilidad

Es muy difícil hacer que una historia que parte de una base autobiográfica pinte a un mundo entero (con sus detalles, con sus contradicciones) y no se quede en la superficie de la anécdota o en un egocentrismo canchero de alguien que solamente quiere contar sus propias vivencias. Pero más difícil es desempolvar tus recuerdos familiares y volverlos no solamente atendibles, sino también universales y conmovedores.

Premiada en los festivales de San Sebastián y de Biarritz, la ópera prima de Ana García Blaya es una película que inevitablemente narra una parte de su vida privada, de cuando era una niña (transcurre en la década del 90 y García Blaya nació en el 79) y se vio obligada a cargarse al hombro una situación familiar no del todo agradable, que la puso entre la espada y la pared. Pero lo hace con una convicción, con un grado de humanismo y sensibilidad que logra que el film vuele y toque un techo muy alto.

Amanda (Amanda Minujín, hija del también actor Juan, una revelación en su debut frente a las cámaras por su frescura y candidez) tiene nueve años y junto a sus dos hermanos (Carmela Minujín y Ezequiel Fontenla) se reparte el tiempo entre la casa de Gustavo y la casa de Cecilia, sus padres divorciados. Su mamá (Jazmín Stuart, que durante el Festival de Mar del Plata presentó también La fiesta silenciosa, donde se luce con un rol ubicado en las antípodas de éste) es rigurosa y comprometida y le reclama constantemente a Gustavo una crianza más entusiasta para con sus hijas. Ya separada, formó una nueva pareja (Juan Minujín, que aparece casi como un guiño) que se asienta día a día. Gustavo (Javier Drolas, inmejorable), en cambio, es todo lo contrario a su ex mujer: un eterno joven, cómo suelen ser todos los músicos, que pareciera estar resignado a abandonar sus veinte. Maneja una disquería junto a su amigo Néstor (Sebastián Arzeno) y es adepto a los romances casuales. Le gusta vivir de noche, es irresponsable y poco hábil con la crianza pero buen tipo, amigo de sus amigos y padre de dos nenas y un varón. Tres hijos (o hijes o hijxs, desconozco el criterio editorial de la página) que se acomodaron a su estilo de vida y no solo lo aceptaron así, sino que aprendieron a amarlo y a cuidarlo (porque en una relación de padres e hijos el cuidado es mutuo). Además de tenerle cariño y compasión, son extremadamente generosos. Sin embargo, algo en la relación se resquebraja cuando la pareja de Cecilia consigue una propuesta laboral en Paraguay y ella está dispuesta a irse para allá con sus hijos. Pero Amanda planta bandera y está dispuesta a quedarse en Buenos Aires con su padre.

Las buenas intenciones, con un tono de coming of age, es una comedia dramática sobre padres e hijos, sobre el desafío y el sacrificio de criar a una persona -o a más-. Y, a su vez, es un ensayo honesto sobre el amor, el crecimiento y la falta de pericia que muchas veces tienen nuestros padres. Inclusive en varios momentos Amanda, a pesar de ser una niña, pareciera estar mucho mas experimentada que su propio progenitor.

Ana García Blaya logró una gran película no solo desde lo formal (es creativa e ingeniosa en su contenido y sus recursos, cuando superpone imágenes de archivo en VHS de su propia infancia con la ficción) sino que ademas, se hace evidente que la filmó con el corazón en la mano. Una película que es un homenaje a su propia historia (y a muchas otras parecidas a esas que andan pululando por el mundo), a quienes nos crían y enseñan las cosas y a esos padres torpes que hacen lo que pueden con sus hijos y solamente tienen buenas intenciones.

Sobre Micaela Isaak

La única maratón que conozco es la de Netflix🍿 Educadora con el sueño de artista🎨📷 Qué mejor que divertirse haciendo reír🎭 22 años

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